- ¿Qué mira?
- El pintor nos lo esconde
- ¿Por qué?
- Porque lo que le interesa es la reacción que provoca en él. Sea lo que fuere, el niño es capaz de sentir vivamente una acción aunque suceda en la calle.
- ¿Eso es importante?
- Claro, Murillo tenía claro que los niños, en cuanto pueden se pegan a los momentos felices. Quizá pensase que esa dulce capacidad no debía perderse con los años.
- Ahh..
- Mira es el mismo caso. Sólo la actitud o la mirada de un perro, es suficiente para llegarle y hacerle sonrreir.
- Mamá.
- ¿Qué?
- ¿Son pobres?
- Sí.
- Y siendo pobre ¿no se está más triste?
- Depende de cada uno.
- ¡Vaya!
- ¿Qué pasa James?
- Nada. - Acaba de sentir un cosquilleo en el pecho. La luz templada le lleva a pensar en un paisaje atardecido de nubes medias, coliflores de un kilómetro entreveradas sobre la tierra oliva. Se siente como el niño que mira por la ventana, agradecido de observar un rostro que sencillamente, le rellena.
No se para en la negrura tras su espalda, ni en sus poderosos brazos o el gesto de su compañera, pero no importa. Ve en ella su paraje. Por su parte, Mu resguarda para él los tres puntazos rojos -excelentemente colocados-, la calidad de cada pliegue de la blusa, la sutil desaparición de su cintura en la penumbra y la claridad de la carne de los hombros.
El sevillano, que estuvo tres años en compañía de su coterráneo Velázquez, se interesó especialmente por la psicología de los niños. Es la vitalidad infantil ante la adversidad, lo que representa. Si en otros cuadros nuestro pequeño protagonista se ha enrredado con el aire del Alcázar donde posaba Felipe Próspero, pasando las yemas por las aristas de obras de geometría abstracta, o imaginando paisajes y pájaros dentro de vasos Roemer, ante los niños de Murillo, ha quedado completamente de su lado.
- ¿Podemos llevarnos este cuadro?
- ...podemos comprar una lámina -dice Helene recogiendo a su hijo por el hombro-.
- Vale.
- ¿Te gusta?
- La conozco mamá -Reconoce en ella a Carmencita, crecida pero aún con su mirada clara-.
- Es del Siglo de Oro.
- ¿Puede ser que de igual?
- Sí.
- ¿Quienes son estas personas?
- Son humildes de la Sevilla de hace más de tres siglos, pintados con cariño. Gentes de corazón sencillo en acciones espontáneas.
- ¿Los conocía?
- Seguramente, estuvo unos años pintando en la calle para ganarse la vida, conocía bien a los diferentes tipos de personas.
- Me gusta, si te acercas es más bonita.
- No es raro que de gusto mirar cualquiera de sus pinturas de género. Este es su autorretrato.
- Tiene la mano fuera..
- En pintura, cuando una obra intenta engañar al ojo, se llama trampantojo. Es una guinda. Mira hay una paleta, pinceles y colores, le gustaba su trabajo
- Parece muy serio.
- Aunque fuera de buen carácter, lo era, ambas cosas no están reñidas.
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