23.10.11

Jean Tinguely y James

- Vamos a ver arte en movimiento -dice Helene a su prole compuesta por James y Fa Mala-.
Su infante reabre los ojos, y los cremosos afluentes que aureolan la oscuridad del centro, se esponjan dejando avanzar la luz hasta el resguardo de Mu. Piensa si el mastín que quiso ver en la Pintura Negra de Goya, no estaría simplemente atento al rodar de una pelota por la tostada colina, y apuntándose pausadamente, pregunta a su mamá:
- ¿Eso se puede? ¿vamos a ver a Felipe Próspero tirando de la pata del perrito faldero? ¿al mastín de Goya con la lengua fuera? ¿a don Quijote levantándose de la siesta?
- ¡No seas pueril! -responde como una fecha Fa. La chiquilla levaba una semana utilizando el adjetivo sin tregua. Le hizo gracia la ligereza de su pronunciación y cada vez que algo le parecía vago o de menos altura que su parecer, lo entoñaba así- eso ya está pintado, no se puede mover.
- Yo he estado en un cuadro del Siglo de Oro y me mojé los zapatos, y las tablas de las casas tenían moho áspero, y había un perro que caminaba por el llano...
- ¡Mentira!
- ¡Verdad!
- ¿Qué perro era?
- No sé, de caza.
- ¿De que color?
- Blanco.
- ¿Qué cuadro?
- Uno en Holanda, nos llevó mamá.
- ¿De Rembrandt?
- No, de otro y los cuadros se pueden mover por dentro.
- ¡Porque tú lo digas!
- Ummm...
- Calma, vamos a ver un tipo de obras que se denominan arte cinético.
- Y ¿qué es? -pregunta Fa convencida de su inmóvil idea-.
- Pues que se mueve -responde James anclado en lo contrario-.
- Eso es, se mueven, algunas de verdad -aclara Helene-.
- ¡Te lo dije!
- Ya, pero de verdad, no en tu imaginación James -apostilla Fa-.
- Mirad, esta es una de las máquinas absurdas de Tinguely.
- ¿Qué es absurdo?
- Es algo que no tiene ni pies ni cabeza, a priori no sirve para nada -explica Helene-.
Sirve seguro, se dice James sin despegar los labios.
- Son hierros viejos pintados de colores para hacer bonito, es pueril.
- ¿No se mueve? -pregunta James-.
- Hay que pulsar el botón rojo.
- ¿Dónde está?
- Allí, id a apretarlo.
Fa, más escéptica que James por naturaleza y por ser un año mayor, corre sin embargo hacia el inaudito botón rojo, dificultando el acceso de su hermano. Helene vigila detrás.
- ¿Quieres darle tú primero?
- Bueno -dice James-.
- Mejor le doy yo.
- A ver que pasa...
- Dale tú por si me la cargo.
- Vale.
- No, lo aprieto yo, que eres pequeño todavía.
- Ummmm...
Los hermanos de ocho y nueve años y medio, están de rodillas delante del interruptor rojo, se miran y Fa, finalmente propone apretar el botón a medias, ella pondrá la mano en contacto con el botón y James encima de la suya. Se reserva de este modo, ser la que toca realmente el botón. Tres dedos de James presionan sobre el claro envés de la manita de su hermana, y un rugido los clava ante la máquina que comienza a hacer girar sus discos y correas a diferentes velocidades. Saltan algunas chispas. Miran hacia atrás buscando a Helene que sigue allí, sonrriente.
- Se mueve mamá, le he dado yo -dice Fa-.
- Y yo. -replica James-.
- Tú no has tocado el botón.
- Mira lo estoy tocando.
- Ya no se vale.
- Tenemos que seguir viendo más cosas.
- Yo me quedo -afirma James decididamente-.
- Vamos juntos, como siempre, luego si da tiempo volvemos.
Mientras caminan, Fa vierte miradas de poder sobre James que repele bien perdiendo la vista hacia adentro, bien mirando el techo o el suelo del museo.
- En 1962, Jean Tinguely detonó una máquina en el desierto de las Vegas, apretando un botón.
- ¿Porque se le puso?
- ¡James! no me gusta esta expresión, ya te lo he dicho muchas veces. La verdad es que no sé porqué lo haría. Supongo que para provocar algo en los espectadores, como la certeza de haber vivido la destrucción de una obra de arte.
- Sería mejor asistir a como se hace...
- Sí, crear es mas dificil que destruir, ¿te acuerdas de Rauschenberg James?
- Claro, es aquel que tenía unas tablas muy grandes rosas, que eran como un mundo de colores que tenía un camino en medio, que si te metías dentro se hacía muy grande como un paisaje de telas de colores, y arriba había cuadrados de colores apretados que eran como trampolines, y te podías tirar desde ellos hacia abajo, y luego si mirabas desde el espacio rosa y naranja se veían los trampolines oscuros porque la luz venía desde arriba, aunque abajo también había luz, diferente.
- Tinguely y Rauschenberg eran amigos y colaboraban en sus cosas.
- Rauschenberg tenía una cabra con un neumático que era un flotador..
- Algunas de sus obras se parecen mucho, mirad esta.
- ¿Por qué es todo viejo? -pregunta Fa con el ceño fruncido-.
- Parece que no tenía dinero para hacerlo con materiales nuevos, reciclaba lo inservible y lo recomponía dándoles una vida absurda, pero nueva.
- Pero entonces ¿absurdo es malo?
- En principio sí, pero a veces, como por arte de magia, resulta que lo que parece absurdo da sentido a las cosas de alrededor, nos hace reflexionar.
- No lo entendemos mamá.
- Mirad el carrito.
- A mi me gusta.
- Lo suponía James, ¿y a tí Fa?
- A mi no, está oxidado y es feo.
- Y si lo vieras avanzar por un camino de tierra...
- Sería muy divertido.
- Pregunto a tu hermana James.
- No me gusta, es pueril.
- Este carrito funciona, tiene un motor que mediante una correa transmite fuerza y hace que se muevan las ruedas. Depende de cada uno poner a funcionar el juguete.
- Es mejor que un caballo de madera, he pensado que si el motor no se calienta mucho podría sentarme encima, apoyar los pies en la barra y frenar rozando las suelas con las ruedas. ¿La bocina suena? ¿cómo gira?
- ¿Para qué quieres que suene?
- Para avisar de que llego montado en una máquina absurda, no te digo. Seguro que si voy por la calle con el carrito quieres montarte...
- No quiero -responde Fa-.
- Pues antes le diste al botón.
- Es distinto.
- Venga, tenemos que marchar...
- Podemos volver a la máquina grande, tengo que darle al botón mamá.
- Ya no tenemos tiempo James.
- Ummm....
- Algunas de sus máquinas, al accionarse pintan garabatos en hojas de papel.
- ¿Solas?
- Sí, ellas solas.
- Vaya cosa -dice Fa-.
- Y otras se mueven lanzando chorros de agua indiscriminadamente en las fuentes.
Fa piensa que no está mal y acto seguido pregunta:
- ¿En invierno se hielan?
- Claro.
- La mayoría posee una belleza perdida, algo melancólica. Tinguely trabajó con lo que nadie quería.

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