18.7.11

James y Ramón y Cajal

- Esto ya lo he visto, es un Zush.
- No.
- ¿No es aquel pintor que se introdujo dentro de sí y comenzó a ilustrar su cabeza?
- Si, ese es Zush, que se inventó un mundo con pequeños seres.
- Y un lenguaje, y un pasaporte para entrar..Pero es verdad, aquí no hay habitantes.
- Son los dibujos de Ramón y Cajal sobre las neuronas y sus redes.
- Son curiosos.. pero no parecen muy bonitos.
- Es porque no era pintor.
- ¿No?
- No, era un científico, aquí lo tienes dibujando. Fue premio Nobel de Medicina, se centró en entender el funcionamiento de la comunicación neuronal.
- ¿Para qué sirve?
- Aquí dentro -dice Helene despeinando las amplias ondulaciones del cabello de James- está todo. Si sabes como funciona puedes abarcar más trama.
- ¿Eso es esponjarse?
- Si.
- Entonces, Don Santiago se esponjaba cuando hacia estos dibujos a plumilla...
- Claro que sí, además ilustraba casi a ciegas, pues no había las estupendas imágenes que existen ahora.
- ¿Se puede ver más de cerca?
- Si, mira.
- ¿Más?
- Sí.
- Vaya.
Mu, el pasajero guardado en James, se mete a la parte invisible al microscopio. Desde sus increíbles ventanas, ve como se sigue desarrollando la conversación. Los ojos de James están atentos a los de Helene, que explica que el próximo día, va a enseñarle el vaso con más finura y a la vez más grande del mundo. Su chico piensa que si el lienzo más grande del orbe, era aquel Veronese del Louvre que medía diez metros, seguramente el vaso llegue a medio metro, quizá más. Ella remacha que por las imágenes que han visto hoy, circulan todas las probabilidades de lo posible, y lo enlaza con que un día, a mediados del siglo XVII, por la cabeza de un extraordinario pintor de bodegones, se vino a configurar la idea de hacer el vaso más amplio, entretenido y hermoso jamás visto, tal es, aseguró doblando la espalda y enfrentando su mirada a la James, que puede volarse por dentro de él.
- ¿Cómo un vencejo?
- Más aún, como un ave planeadora.
- ¡Quiero verlo!
Mu camina a sus quehaceres y sin mover un músculo, guiña un ojo a Don Santiago y otro a Helene.

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